Sin apenas dejarnos respirar, en los últimos días hemos recibido un sinfín de noticias alrededor de la decana de las marcas italianas, Moto Guzzi. Una de ellas es la intención por parte del Grupo Piaggio de empezar a tomarla en serio y en el Eicma hemos podido disfrutar de este cambio de rumbo en forma de un pequeño aperitivo con aires futuristas.
Cronológicamente debemos hacer referencia a la noticia que ponía en pie de guerra a todos los apasionados de la marca lombarda. Piaggio, propietaria desde hace algunos años del futuro de Moto Guzzi, se proponía sacar la producción del mítico nº 57 de Via Parodi, situado en el bonito pueblo de Mandello del Lario junto al Lago Como. Tras una movilización sin precedentes en el mundo de la motocicleta, por lo menos en los últimos años, se echaba freno a la “infamia” y además se conseguía que algo cambiara en las perspectivas del Grupo sobre su “patito feo”. El Sr. Roberto Colaninno, Capo de Piaggio, informaba pocos días después a los medios de comunicación sobre una fuerte inversión en Moto Guzzi para los próximos años, que la colocaría de nuevo en una situación de privilegio dentro del olimpo de las mecánicas italianas.
Diseño, puro y duro.
Con el corazón aún agitado de tanto ajetreo, hay que pensar que los Guzzistas no son gente acostumbrada a tantas noticias, llegó el Eicma. La feria con mayúsculas para el amante del diseño italiano en cuanto a motos se refiere, que este año cumple su edición nº67. Y desde Guzzi, y sin apenas filtraciones previas, se presentan tres auténticos ejercicios de estilo firmados por dos de los grandes, Miguel Galluzzi, padre de las Monster de Ducati y las Raptor de Cagiva, y Pierre Terblanche, creador entre otras de las 999, Multistrada y la exquisita Supermono de Ducati. Puede que esté de más decirlo, pero no es normal que dos plumas de tan alto nivel colaboren y menos que esta unión de los frutos que hemos podido disfrutar en el recinto ferial milanés, porque con sus tres propuestas han dado un vuelco de 180º a toda la imagen que se tenía de Moto Guzzi, metiéndola casi a empujones en el siglo XXI.
Hablamos primero, por lo deseada que es entre los buenos guzzistas, de la V12 LE. Estas siglas describen por un lado el motor, un bicilíndrico transversal de 1.200cc de 4 válvulas por cilindro que entrega alrededor de 110cv, y por otro lado nos describe el alma del concepto, Le Mans. Cuando a una Moto Guzzi se le nombra así, no hace falta decir nada más. Será la deportiva del catálogo en un hipotético futuro y se ha querido dar una visión totalmente nueva al segmento. Sin carenado; con un puntiagudo colín monoposto; un frontal, que asemeja a un cupolino agujereado, del que sale la luz a base de leds; el portamatrículas, junto con los intermitentes, situado en un bonito soporte en fibra de carbono anclado a un impresionante basculante monobrazo, al estilo de las últimas maxitrail; semimanillares regulables en altura con retrovisores de LCD y otras soluciones, muy del gusto del sudafricano y el argentino padres de la criatura, hacen de esta moto una deportiva totalmente distinta, en la que se ha querido dar el protagonismo al motor, bajo el que se esconde de manera casi inapreciable el sistema de escape. Simplemente ¡espectacular!
Strada, es el apellido de otra de estas bellezas, manteniendo ciertas similitudes con el modelo LE, se ha buscado hacer una moto más polivalente. Para ello se ha montado un manillar plano; se ha pensado en el acompañante colocando un asiento doble a dos alturas, que mantiene la misma línea minimalista de las otras propuestas; también se ha cambiado la óptica delantera, situando los leds tras una especie de dorsal trasparente; se ha decidido montar un sistema de amortiguación y frenos no tan elitistas como en la versión deportiva pero con el amortiguador trasero situado en la misma posición que en la Le Mans, montado casi horizontal dentro del basculante que también incluye el cardán (reactivo compacto, C.A.R.C) típico de la marca.
Por último nos ocupamos del modelo X, es la versión más extrema y radical de las tres, se podría decir que es una supermotard, si fuera lógico nombrar así a una Moto Guzzi. Monta amortiguadores con mayor recorrido y el trasero busca otra posición, dejando el lateral del basculante y colocándose pegado al motor casi vertical. Sin duda es la más arriesgada de las propuestas de estos dos genios a los que le han dado un folio en blanco para soñar y hacernos replantearnos todos los tópicos sobre una de las marcas más grandes del viejo continente. Un aperitivo de lujo, en este caso antipasto, de lo que nos tienen preparado para el futuro en “Il nido dell'Aquila”.
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